Mulan

1.
La historia es tan antigua como la guerra misma. 
Los mensajeros del rey llegan a un pueblito remoto y llaman a filas a todos los hombres válidos. Pero uno de esos hombres -que siempre ha probado en otra ocasión su honor y valentía- está casi lo suficientemente anciano y enfermo como para jubilarse, pero no del todo. Su hija -siempre virgen, jovencísima, e impetuosa- escapa del hogar y va a la guerra en su lugar, para salvarlo de lo que sería una muerte segura. En el campo de batalla, aunque lo que más le importa es proteger su identidad y su virtud, se probará más aguda y valiente que nadie. No sólo salvará a su familia, sino también a su país. 
O mejor dicho: en la leyenda la doncella se hace soldado para proteger a su padre (véase padre). En la Historia, son innumerables muchachas que se hicieron pasar por soldados. Quién sabe cuántas de ellas lo hicieron por sus hombres queridos, cuántas por deseo de aventura o de sangre, cuántas por celo patriótico, cuántas por el cuenco diario de nutritivo engrudo. 

2.

Otra escena tan vieja como el travestismo: el disfraz cae, aquel pibito tan raro tenía tetas, y un muchachón confundido se enfurece (doble puntaje si es militar y/o super reprimido). Claro, el pobre tarda en darse cuenta si se enamoró de una chica disfrazada de chico o de un varón trans.

3.
"When will my reflection show who I am inside?", preguntaba Christina Aguilera en torno a la película de Disney de 1998. Por supuesto: Mulan es una adolescente. No le sientan las ropas de soldado, pero tampoco el disfraz de señorita casadera. Ella emprende su aventura sabiendo bien que no es un hombre rudo pero tampoco será jamás una minita (véase minita).
Entonces agarra y se corta el pelo sola, frente al espejo. El único pequeño gesto de rebeldía que le queda a una chinita diminuta frente a su familia, a la sociedad, y al Estado, es arruinarse el pelo (véase pelo).

Cuando la ginecea tenía la edad de Mulan no tuvo que ir a la guerra, pero se vio confinada a una institución casi tan homogeneizadora como el Ejército: la Escuela Secundaria. Tal vez la obligaban a usar uniforme, tal vez nada más se vestía igual que los demás. Y en el cardumen adolescente, cada diminuto pescado se devana los sesos pensando cómo ser especial, cómo ser distinto a sus pares. Se tiene que customizar.  
Marguerite Duras decía que el uniforme hace coincidir el exterior con el interior, la forma con el contenido.  El adolescente necesita eso: señalar todo el tiempo su identidad, marcándose, poniéndose literalmente carteles que indican qué le gusta. Su temor más grande es que la gente se confunda y lo tome por algo distinto a lo que es. Diseña entonces su propio uniforme, con un cuidado inmenso, y no se le puede decir nada: que tire la primera piedra el que nunca se tiñó el pelo, no accesorizó en exceso, no se peleó con los padres por un piercing y/o tatuaje. 

Si Mulan hubiera sido una adolescente de clase media en los albores del siglo XXI, el final feliz hubiera sido  el día en que se hace punk y asume que de ahí en más se ocupará de que su reflejo muestre exactamente quién es por dentro. De la Muralla China a la Bond Street.

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