Vergüenza

sust. fem. abstracto


1.

Vergüenza no es robar, vergüenza es robar y que te agarren.


2.  Caminata de la ~: 

Hay un tema con el delineador negro que es crucial aceptar: una cosa es lo sensualmente misterioso que te queda a las 10 de la noche de un sábado, haciendo juego con las medias, también negras y de corazoncitos que compraste entre el día 1 y 5 del mes. Otra cosa muy distinta es la manera en que acentúa tus ojeras y esas facciones indisimulables de recién cogida (véase: subtexto, TEGa las 8:30 de la mañana de un domingo. Buscando la parada de algún bondi que te deje por casa, toda la ciudad se tiñe con ese olor a medialuna recién orneada que te recuerda que ya no estás entre el 1 y el 5 del mes y que tus últimos pesos los pusiste en ese taxi urgente hacia su bulo ya de madrugada.
Ningún bondi se toma en la puerta de su casa. Ninguno te deja justo en la puerta de la tuya. Entre el recorrido más favorable y la pacífica redención de tu tapera hay una caminata que tendrás que hacer afrontando tu disonancia con el entorno telúrico de cualquier barrio porteño un domingo a la mañana: ravioles recién comprados, diario con revista y campanada congregando al rebaño de Cristo. Y vos queriendo pasar desapercibida con las medias batalladas y tan corridas como el delineador en tus ojos. Maldita sea la cuadra que redobla la resonancia del toc toc de tus tacos sobre las baldosas. Tu superyo despuntó junto con el sol y te repite el sentido más misógino y profundo de esta caminata: no sólo quebraste las sanas costumbres entablando ebrios diálogos por mensaje de texto a las 3 de la mañana sino que además ahora te ves ridícula en ese atuendo de puta trasnochada, fuera de lugar. 
Culmina el escarnio la chica de tu edad que te cruzás, llevando dos niños recién bañados a la plaza.


3. Caminata de la ~ ajena:

No vamos a negarlo, has llegado a cierta edad, y encontrás que hace tiempo que tus excursiones nocturnas empiezan y terminan más bien temprano. Sí, como Proust. 
Esto no te preocupa en lo más mínimo. Sabés que tu vida social es tan florida como siempre, que desayunar con Alikal no es lo mismo que desayunar con café con leche, y sobre todo que -con la excepción de meterse en un galpón mugriento a chocarte con pelotudxs reggaetoneantes- no hay nada que se pueda hacer a las 4 de la mañana que no se pueda hacer a las 10 de la noche. Pesás pros y contras, sabés las cosas que tenés que hacer al día siguiente, y sabés que no vas a ser más canchera si llamás a tus amigas para decir "ay, boluda, no sabés, llegué a mi casa a las 9 de la manaña". 
El caso es que dos corrientes humanas se entrecruzan en la ciudad entre las 2 y 4 de la mañana: a la misma hora en que vos estás rumbeando hacia la querencia, las calles se ven invadidas por la purreteada
La purreteada está, por definición, al palo. 
La purreteada luce con orgullo desesperado los últimos modelitos de Complot y Levi's, siempre incongruentes con el clima. Minifalda en invierno, botas en primavera. Camperita de jean en junio, camperita de cuero en diciembre. 
La purreteada viene borracha, desatada, gritando, cantando, y sobre todo prometiendo joda, cachengue, sexo, alcohol y rock. 
La purretada, desde afuera, es un espanto.
Los mirás y no ves en sus ojos más que autosatisfacción, acelere, y sí, una mamúa importante. Como no sos mucho mayor que ellos y (esto es seguro) conservás una capacidad de agite igual o mayor que la suya, no sabés bien cómo sentirte. Que tire la primera piedra el que no inició una guerra de canciones masiva en un 152 lleno.
Intuís que lo políticamente correcto (véase: corrección política) es siempre defender a la juventud, al cachengue, a la libertad, la autoexpresión, y el voto a los 16. Suponés que "la gente grande" te sigue mirando así de vez en cuando. Pero, por el amor de Gilda, qué espanto te produce esta masa de chillidos, blackberrys, pelos planchados y zapatos de moda. Qué ganas de sopapearlos a todos hasta que tomen conciencia del mamarracho que son. Qué hermoso sería que se callaran, aunque sea por 5 minutos. 


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