Anteojos

Sust. masc. plural



Artefacto para corregir defectos de la vista. Los hay lindos, feos, de la obra social, de marca, de abuela, de hipster, de empleada pública, de ñoño, de colores, de Harry Potter, de violador y de Betty la fea. 
Quien no los necesita los considera un accesorio canchero (lo son) y secretamente quisiera tener un par, sin aumento. No suele decirlo, porque es algo así como comprarse un par de muletas y usarlas sólo porque tienen onda.
El proceso mediante el cual uno se transforma en un legítimo usuario tiene varias etapas, a saberse:



1) Diagnóstico
Nadie recibe demasiado mal las noticias de que necesita anteojos: esto no es tanto por coquetería como por la posibilidad de corregir un problema físico que te aqueja. Es como al final de Dr. House, cuando le dicen a alguien "tenés un tumor grande como un melón en el medio de la cabeza: dame dos minutos, que te abro el cráneo y te lo saco.". En circunstancias normales, es una noticia de mierda, pero cuando el tipo se está por morir y descubren qué tiene, y en consecuencia cómo tratarlo, es un golazo. Lo mismo pasa cuando estás por rendir Argentina II y no podés leer más de 10 minutos seguidos sin que te duelan los globos oculares. No te estabas volviendo loca, no te dolía la cabeza porque sí: eras miope. Cuando tenías 13 años y no llegabas a leer de lejos el nombre de los barcos en Martínez y tu mamá te decía que no podía ser, no era que simplemente no te estabas esforzando: eras miope.  

Te asignan un aumento y lo aceptás con cierto descreimiento. ¿Qué onda? ¿Cómo saben? ¿Y si está mal? ¿Y si hiciste algo mal durante el examen? Cuando te ponían los lentecitos frente al ojo, como en las películas, llegó un punto en que no entendías nada. Te angustiás por haberte equivocado en un examen de vista, y tenés que rendir Argentina II: podrías dejarte de pavadas.

2) Elección
Elegís el marco con amor y cuidado. Van a estar en tu cara: tienen que ser perfectos. Se conocen casos de gente que ha ido a la óptica con un interminable entourage de amigos y familiares. Se conocen casos de gente que ha ponderado la compra del marco por meses y meses.
Elegís unos bonitos, de pasta, copados pero no demasiado. Un tamañito modesto. 

3) Primer encuentro: ventajas
Los vas a retirar y te sentís rara, pero al rato te das cuenta de que ver es más fácil. Se te relaja toda la cara, se te relajan los globos oculares. De golpe ves en HD. Abrís los ojos enormes para mirar todo a la vez, enfocar deportivamente, y cuando caminás por la calle sentís con extrañeza las pequeñas corrientes de aire fresco que se forman entre los cristales y tus ojos. Incluso te quedan lindos. 
Te plantás en la parada del 60 y decís con toda la seguridad del mundo "sí, es de Panamericana pero va a Tigre". Ahora todos te creen.

4) Fin de la  luna de miel: desventajas
Pero pronto te das cuenta de que tenés un coso de plástico colgado de la cara. Tardás semanas en aprender a no engrasarlos con los dedos, o más probablemente a convivir con las manchas de los cristales, espiando por las zonas limpias. Apoyar la cabeza de costado en el sillón ahora es un tema. Ponerte y sacarte una polera es un tema. Ni hablar de los lentes 3d en el cine o el eterno dilema playero: lentes de vista para leer, o lentes oscuros para no morir encandilada. O sea, elegir entre no ver un carajo y no ver un carajo. 

5) Modificación de la autoimagen
Estás en un bar con tus amigas, tomando cerveza, debatiendo acaloradamente sobre los méritos de Gossip Girl (inexistentes, en tu opinión). Viene un paparulo y te empieza a decir que no tenés que discutir tanto, que te tenés que relajar, y no sé qué.
¿Está mal de la cabeza? ¿Qué le pasa? Pasa que ahora sos una chica de anteojos, y los nabos en los bares no piensan "oh, miren, esa chica tiene astigmatismo", sino "oh, miren, una intelectual". El nabo cree, sinceramente, que estaban hablando sobre Nietzsche o algo por el estilo.
Pero pasa el tiempo y un día tenés que encontrarte con alguien que no te conoce y decís "soy la de anteojos". 

6) Puesta en perspectiva
Te rompen las bolas, y mucho, pero sin ellos te sentís (sos) una inválida. Aprendés a quererlos, aceptás que son parte de tu vida, y te decís que a fin de cuentas después de los 40 y pico nadie se salva de los lentes. La presbicia es el gran igualador: en un par de décadas vamos a estar todos en la misma.

7) Aceptación 
Por lo menos te quedan lindos. 

4 comentarios:

  1. agrego una para el fin de la luna de miel: cuando garúa y la intensidad del agua no alcanza como para abrir el paraguas, los vidrios se llenan de gotitas ínfimas que no te dejan ver nada!

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  2. Ufff, sí. Y te decís "como Harry Potter cuando juega al quidditch", pero sigue siendo una cagada.

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  3. Me emociona ser tocaya tuya en tantas cosas.

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  4. Y la desgracia de olvidartelos y darte cuenta cuando entrás al cine...

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