Anarcofashionismo

sust. comp. masc. 

Entre la doctrina política de la desaparición del Estado (y/o de cualquier otro poder) y el sistema de la moda existe una estrecha vinculación, a veces algo paradóijca o controvertida, pero, en todos los casos, liberal. Se trata del anarcofashionismo: una mezcla entre la defensa de las libertades individuales a toda costa y la ausencia radical del cuestionamiento de los sistemas de producción, especialmente en lo que al mundo de las telas, géneros y paños respecta.  

Quien profesa esta tendencia es un sujeto profundamente enojado con la corrupción del sistema político y que va de frente contra el establishment. Por eso no vota ni piensa en votar, en tanto que hacerlo sería algo así como un gesto de pasiva aceptación del monopolio de la fuerza en manos del Estado. 

La controversia empieza cuando este anarca va diluyéndose ante la web de Doctor Marteens y encuentra en oferta unos borcegos de 14.000 ojales. Ahí no hay planteo que valga: ¿fetichismo de la mercancía? ¿plusvalor? ¿reificación? ¿la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica? ¿derechos laborales violados para que tu par de borcegos en saldo cuesten sólo 20 dólares? ¿que la modelo cocainómana de la gráfica mostrando las tetitas desnutridas es menor de 18? retumban como raros ecos de raros conceptos y sofisticadas palabras.

Y acaso el emprendimiento entre privados que manejan el sistema de la moda no sea mejor que el emprendemiento entre públicos que manejan el sistema partidario, corrupto, coercitivo y violento que te obliga a pagar impuestos para subvencionar transportes contaminantes basados en el carbón. Pero por lo menos, combina mejor los colores, te ofrece bolsas recicladas y tienen esos cositos para atar la bici en la puerta del local. 

Si hay un modus operandi entonces que lo distinga, será el boycott, es decir, la abstención de comprar, de usar,  de consumir algo. Pocas veces este tipo de compromiso político lleva la protesta un poco más al fondo y se pregunta qué tipo de producción genera qué tipo de productos y cómo la producción puede ser regulada -antes que el consumo-, por medio de ese Estado que hace uso y abuso de la fuerza. Pero ya es tarde: a esta altura del planteo prefiere entretenerse comprando sombreros vintage en alguna gran barata de vestuaristas. 
Al final de cuentas,  para el anarcofashionista (como para muchos otros sujetos freídos al calor de su clase) la política es un gesto estético tanto como la moda. Se trata más bien de un estilo.

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