Nala

Su estatuto como Princesa de Disney es discutido a causa de su rasgo [-humano] y del hecho de no ser la protagonista de El rey León. Sin embargo, su título nobiliario es tan indiscutible como su impacto en nuestra infancia. 


Cuando eran sólo unos cachorros, su mejor amigo Simba cantaba sobre lo ansioso que estaba por crecer. Pero Scar mata a Mufasa y perturba el ciclo generacional al crear deliberadamente un vacío en la sucesión al trono. Simba no está listo para ser el rey cuando muere su padre, así que se ve obligado a escapar, y crece lejos de su hogar con un pseudomatrimonio de hippies que lo adopta y le enseña que "sin preocuparse es como hay que vivir". 
Años después, Nala lo encuentra de casualidad. Antes no podía ser adulto; ahora, ya no quiere serlo. Ella, como Ofelia, asume el rol de mujer reterritorializadora, que pretende conducir a Simba de vuelta a sus responsabilidades civiles y familiares. Hacer que sea lo que se supone que sea. Y como Hamlet, Simba se malcopó con la adolescencia, con la camaradería masculina, e incluso modificó su dieta y se corrió de su lugar predeterminado en el elegante ciclo alimenticio que tan caro era a su padre. 
Un buen ejemplo de mujer desterritorializadora es la Maga, la novia lumpen que te tiene que guiar por los borrosos caminos de la bohemia. La Maga: la anti-madre, la anti-esposa, la anti-patria, lo anti-racional (cfr. Talita). Y en sus antípodas, con Nala/Ofelia, el ejército de esposas de sit-com estadounidense que le piden a su pareja que saque la basura, que se comporte, que coma sano, que sea padre, esposo y trabajador antes que que amigo, amante y niño. Las guardianas de la civilización. 
A Ofelia la habían mandado (y "nala" en swahili quiere decir "regalo") a seducir al príncipe y llegar al fondo del asunto, pero le sale mal y la que se cuela por la línea de fuga es ella. "Metete en un convento", le había dicho Hamlet, "no te pongas a parir pecadores". Ella le hace caso y se suicida. 
Nala también pretende convencer a Simba usando el sexo como carnada. Ya le llegó la hora de convertirse en reina y madre, y no va esperar a que él madure por su cuenta. Timón y Pumba lo entendieron mejor que nadie, y por eso la escena (incómodamente cachonda, vista ahora) en la que los viejos amigos se reencuentran es una catástrofe. No más hakuna matata: es hora de que Simba se haga cargo de sus obligaciones y sea el rey león. 


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