Sust.
mas.
No
todo lo que es dicho, escrito o gesticulado lleva algo escondido. Pero la
motivación subyacente es la base de la teoría del subtexto.
En
definitiva, entonces, todo empieza cuando uno decide que lo que está leyendo,
escuchando o viendo no es lo que está leyendo, escuchando o viendo, sino algo
muy distinto a lo que lee, escucha o ve. Porque sí, los gestos también son un
texto susceptible de ser analizado en cuanto existe la posibilidad de que
tengan algo más abajo o atrás, o donde quiera que sea que se esconde el
subtexto.
Pero
también uno puede decidir que lo que está diciendo, escribiendo o mostrando es
algo distinto de lo que de hecho dice, escribe o muestra.
La
cosa va para los dos lados.
Y
en este sentido, las nuevas formas de comunicación juegan un papel central a la
hora de realizar el análisis del subtexto.
¿Cuántas
veces nos hemos reunido alrededor de una computadora para desentrañar el
sentido oculto de un mail? ¿Cuántas veces nos hemos reunido alrededor de un
celular para ayudar al emisor a enviar un mensaje de texto (véase mensaje detexto) que juegue mejor con el posible subtexto?
“No,
no pongas coma, poné puntos suspensivos”, “mejor hacele una pregunta, a ver qué
te responde y después vemos cómo seguimos”, “decile donde vas a estar, fijate
si te tira una coordenada (véase tirar una coordenada)”.
Y
así, un “no sé qué hacer esta noche y se me ocurrió que podrías tener algún
dato” puede querer decir “no tengo una mejor excusa para invitarte a salir pero
quizás te hago caer con esta y hacemos
algo”. Ese algo también esconde un subtexto.
Facebook
y Twitter no se quedan atrás: una vez incorporados a los círculos sociales,
comienza la guerra: a este, tres veces por semana, “le gusta” lo que publiqué
en el muro. Aquel me comenta todos los estados. Y el de más allá retwittea mis
tweets muy seguido.
Hay
quienes van a investigar hasta el final cada publicación, información de perfil
y fotos del otro con tal de encontrar una buena excusa para subir la mejor
foto, publicar el mejor cambio de estado o invitar al más interesante de los
eventos al objeto de su obsesión cibernética.
Y
sí, el manejo del subtexto puede ser una actividad muy entretenida. Pero, ojo, queda
claro que la excesiva lectura del subtexto en las relaciones (pseudo)amorosas
puede llevar al desarrollo de una patología conocida como TEG del amor (véase
TEG).
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