Corre el año 1993. Es socialmente aceptable pararse en un muelle a cantar, jugar con un perro, y usar esa camisa. Es socialmente aceptable ser Laura Pausini.
"La solitudine" se transforma en un hit, y un par de años más tarde, vaya uno a saber como, la canción entra, literalmente, al curriculum de las escuelas italianas en el exterior. Maestras perezosas de música tienen una semana de la planificación resuelta, de ahí hasta el final de los tiempos.
Mientras tanto, en una de esas escuelas, una pequeña ginecea empieza a desayunarse de que la gente migra. Los tanitos, hijos de empleados consulares, vienen y van cada 4 años sin importar cuánto uno los quiera. A medida que pasan los años el luto de cada partida es mayor. Un sexto grado entero llora en la puerta del colegio y una tana de 11 años comprende oscuramente que a menos que la coronen Miss Universo nunca volverá a sentirse así.
El tiempo pasa, la crisis arrecia, y la gente huye al hemisferio boreal, donde hay plata pero la gente es triste. Todas las familias lo están considerando. Todos temen que sus padres los sienten a comunicarles la decisión, o peor, que el que se vaya sea su mejor amigo. Nadie está a salvo.
Somos chicos, todavía no hay facebook: emigrar es parecido a morir.
Crecemos, las comunicaciones se fluidifican. Después de algunos años de calma chicha vuelve el fantasma de la partida. Ahora es una beca, un doctorado, un master, un cuatrimestrecito en el exterior.
Tener el Síndrome de Laura Pausini (SLP) es el terror puro: todos se van a ir, todos te van a dejar. ¿Te van a extrañar? ¿Te van a extrañar tanto como vos a ellos? Cambiar de vida es preferible a tener la misma vida pero un poco peor. Que alguien falte en tu cumpleaños es preferible a ver que alguien festeja el suyo sin vos.
Todos se van a ir, y una siempre acá, siempre Penélope, siempre la hermana del chico de Into The Wild que quién sabe cómo se llama.
Todos te van a dejar, y una siempre acá, con su amor triste, obsesivo, asimétrico, anacrónico, en el que se regodea cantando a los gritos como hacía de chiquita. Sólo Laura Pausini la comprende.
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