sust. m. pluralia tantum.
1.
Se supone que el realidad lo que te
duele es el útero. Producís más prostaglandina F que prostaglandina E y
entonces el útero se te empieza a contraer para largar todo.
Pero se llama dolor de ovarios, y es
como si tu cuerpo te castigara por haber dejado pasar un mes más sin tener
hijos. Educada en exceso, económicamente dependiente, y encima soltera. Más de
una década de maternidad potencial, perfectamente sanita, con esas caderas
hechas para tener bebés, y no, nada, un mes más y te seguiste haciendo la boluda.
Los ovarios son la voz del imperativo biológico de conservación de la especie.
Por su semiuniversalidad es una bandera
de solidaridad entre mujeres. Una podría parar a una extraña cualquiera en la
calle, decirle que le duelen mucho los ovarios, y la mina haría una mueca de
dolor y diría “Uh… Ay, justo hoy no tengo nada para darte. Qué boluda.”. “No,
todo bien, me tomé un ibu hace un rato, pero todavía no me hizo efecto”.
2.
El lenguaje es forro, es sabido, y a
veces el discurrir de la vida cotidiana te lleva a decir cosas como “tengo los
huevos al plato”, “qué huevos que tiene” o que algo “es una patada en los huevos”. Pero cuando una es mujer y a mitad
de frase se da cuenta de que no tiene huevos, la expresión se vuelve rara. ¿Y
qué hace? ¿Dice “los ovarios al plato”? ¿Sos muy piola y muy consciente del
Género, o era mejor dejarlo pasar? Porque ahora lo resemantizaste, y se volvió
estúpido y un poco asqueroso. ¿Tenés “los ovarios bien puestos”? ¿Tu valía está
depositada justo en esa parte tan complicada de tu cuerpo (ver 1)?
Ya está, pusiste incómodo a todo el
mundo. Rápido, que alguien cuente lo que le pasó ayer.
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